No hubo Glostora ni Tricofero que no probara
DOI:
https://doi.org/10.47196/da.v30i3.2687Palabras clave:
calvicie, dermatologíaResumen
Hasta entonces su gran batalla librada a brazo partido y perdida sin gloria, había sido la de la calvicie. Desde que vio los primeros cabellos que se quedaban enredados en la peinilla, se dio cuenta que estaba condenado a un infierno cuyo suplicio es inimaginable para quienes no lo padecen. Resistió durante años. No hubo Glostora ni Tricofero que no probara, ni creencia que no creyera, ni sacrificio que no soportara para defender de la devastación voraz cada pulgada de su cabeza. Se aprendió de memoria las instrucciones del “Almanaque Bristol” para la agricultura, porque le oyó decir a alguien que el crecimiento del cabello tenía una relación directa con los ciclos de las cosechas. Abandonó a su peluquero de toda la vida, que era calvo de solemnidad, y lo cambió por un foráneo recién llegado que solo cortaba el cabello cuando la luna entraba en cuarto creciente.
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I. García-Márquez G. El amor en los tiempos del cólera. 9º Ed. Buenos Aires. Editorial Sudamericana 1987;341-343.
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